He aquí una de mis mayores gestas en cuanto a la aventura épica se refiere. Está muy, muy reñida con el descenso del Sella (qué recuerdos, yo metido en una canoilla pequeñísima, varado en un banco de arena, empujando con el remo con todas mis fuerzas, las gotas de sudor resbalando por mi cara blanquecina…). Sí, digamos que se puede comparar a aquella vez. La ascensión al King Arthur’s Seat.
Cuenta la leyenda que al Rey Arturo le gustaba subir aquí arriba a pensar mientras contemplaba una panorámica única de la ciudad, rodeado sólo por el viento, la hierba y las aves.
Aquí estoy yo preparándome para la subida:
Nuestro ascenso comenzó bien. Con muchas ganas y muchos ánimos empezamos a subir por la ladera de esta colina, por una pendiente bastante considerable. Aunque exigía cierto esfuerzo físico, la verdad es que estaba siendo un paseo bastante agradable…, durante los primeros 500 metros.
Lo que había comenzado como un paseo mientras nos mostrábamos dicharacheros sobre nuestra aventura en tierras escocesas, al cabo de un rato de subir y subir se convirtió en silencio, sólamente roto por nuestros jadeos debido al esfuerzo.
En este punto tengo que aclarar que puede ser que nuestro estado de forma no fuera el más idóneo para subir esta montaña. Empezamos a pensar en esto al ver que a mitad de la subida de esta primera parte engañosa de la ascensión, una señora bastante embarazada nos hizo una adelantamiento antirreglamentario por la izquierda, y encima sin señalizar.
A media altura (inocentes, y ya veréis más adelante por qué) descansamos, porque el camino te daba la posibilidad de terminar ya allí, pudiendo bajar por el otro lado del monte, o de continuar con la ascensión hasta la parte más alta del coloso. Cómo no, decidimos continuar.
En esta fotografía podéis ver a Fede observando el camino que aún nos quedaba por delante, cómo éste iba serpenteando metiéndose cada vez más en la rocosa montaña.
Y en esta otra me podéis ver a mi contemplando el majestuoso paisaje que se abría a nuestros pies (y eso que aún no habíamos llegado ni a la mitad, de lo que nos dimos cuenta bastante más adelante).
El camino iba subiendo esta parte de la montaña en zig-zag. Y no era una rampa, sino escalones desiguales, con los que había que andar con mucho tino porque una caída desde esas alturas, para mí que ni el Rey Arturo este… A dónde fue a poner al huevo…
Ya nos quedaba menos para llegar a la cima. Sí, ese pico es la cima. Sí, efectivamente, ese pico no se ve desde abajo. Sí, ese pico al que hay que subir ayudándose de manos y pies… Menos mal que de eso no hay fotografías…, bastante teníamos con intentar no despeñarnos…
Y nada, continuamos nuestro ascenso hasta una nueva zona llana, donde inmortalizamos el momento, justo antes de subir al pico.
Aquí estamos coronando la cima, Fede por un lado y yo por el otro.
Aquí tenéis una panorámica desde la cima de la montaña.
Y después de llegar hasta ahí arriba…, ¿para qué? Efectivamente, para volver a bajar…
Al llegar arriba comprendí el por qué de este nombre. Cuando el Rey Arturo subió esta montaña para ver la ciudad de Edimburgo, se sentó:
- ¡Oh, Dios mío! No siento las piernas…
2 comentarios:
Si eso estuviera en España arriba del todo os habríais encontrado un Bar... O un chiringuito. XD
Yo me encontré un bar arriba en los lagos de Covadonga. ¡Y le eché una foto para probarlo! Si no, nadie me hubiese creído. Pero aquí, después de todo el ascenso, lo único que hay es una puta piedrecita... Y luego para bajar, esperando que alguien de la tierra bajara delante para fijarte donde ponía los pies... O eso, o perder la poca dignidad que nos quedaba bajando a cuatro patas... Fue una experiencia inolvidable.
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